18/4/09

El hombre del paraguas color pistacho

                               El hombre del paraguas de color pistacho

Llegó a la conclusión que en la comida, se tiraba mucho dinero, mientras vaciaba los platos en el cubo de la basura, veía como medio filete de ternera, una fruta a medio comer, media Viena, y ensalada, casi sin probar, terminaría en el contenedor. 
Desde que se auto impuso la tarea de fregar por las noches, a raíz de no tener trabajo, pensó que a ese despilfarro había que ponerle freno, pero ¡ya! No era justo que mientras en otros lugares del planeta se morían de hambre, aquí, se tirase la comida tan impasiblemente, de manera tan indolora. Hizo un nudo a la bolsa de plástico que portaba impreso el nombre del súper del barrio, bajó las escaleras mientras llamaba al perro para que aprovechara el momento de bajar con él y así hacer sus cosas.
Perfectamente sabía que lo de la moralidad contra el hambre, era no mas, que una excusa muy bien avenida, para apretarse el cinturón todos .Desde ese día, tomaría medidas para corregir ciertos vicios, que aportaría menos derroche, y mas ahorro a la ya mermada cuenta bancaria le vino a la cabeza cambiar el té, por los cafés de las mañanas, de este modo, ahorraría leche ya que para la infusión, solo haría falta agua, y un poco de limón, al mencionar el amarillo fruto se ensalivó su boca. Con pocas cosas como esa, se adaptarían todos a la nueva situación, a la que cada vez se veían abocados cada vez mas personas por la puñetera crisis de la mierda.
Empezó cepillarse  los dientes como cada noche, pero esta vez, sin pasta dentífrica, a ver si era eso cierto, que lo de la pasta era una falsa necesidad creada por la industria, ¿o acaso los africanos que el había visto en Angola se aseaba la dentadura con pasta? no, tan solo con trozo de raíz, o sea con un palo que lo hacían jirones, hasta parecer una escoilla en miniatura, y menuda blancura tenían todos o casi todos. en sus bocas limpios y sanas se les veía a ellos, cuando reían. Tardó un poco mas de lo acostumbrado, y por eso tocaron a la puerta. apretó los dientes separó los labios y se miró en el espejo girando la cara de un lado a otro._¿Ves? ¡de lujo! se dijo así mismo.
Desde mañana ya no compraría el periódico, lo leería gratis, de esos que lo distribuyen en los supermercados y por algunas esquinas, total las noticias son las mismas, y con menos tonterías. eso si que seria un ahorro mensual ¡a ver! comprobó que el despertador estaba bien, aunque ya le daba igual que sonara a la hora que fuese, no tendría que ir al centro del trabajo. Su mujer le dijo lo de siempre cada vez que se acostaba de noche, aparte de la rutina, del cambio de ropa, la frase era la misma cada noche: _ No tardes mucho en apagar la luz... que si no puedo dormir. Apagó la luz.


_Pues hijo mío, puedes leer los periódicos atrasados, ¡anda que no hacen eso, cantidad de jubilados. A veces a su mujer le venia la lucidez, lo practico de la feminidad. A fin de cuentas lo que el leía era mas que las noticias, los artículos las opiniones y sobre todo Las Cartas al Director. Que a veces eran las mismas cosas que tenia ganas de decir, de quejarse, de exponer en esa plataforma, que no era apreciada como se debiera. Termino su tostada  echa de pan del día anterior, pues ya no pensaba tirar mas dinero a la basura, aunque siempre retocase a él bailar con la mas fea, poco a poco incitaría al consumo responsable a todos los miembros de su familia. Pero de momento daría ejemplo.
En el bar. de la esquina donde a veces tomaba las copas con los amigotes le dijeron que sí, que si podía llevarse los periódicos atrasados, con toda la generosidad del mundo el camarero es decir el dueño le daba la pila que estaba encima de los barriles vacíos de aluminio,  de la cerveza. pero el le dejó claro que solo vendría por el de ayer, el del día anterior_¡ Ha! Pues me parece que mi cuñado se los lleva por las noches, para echarle un vistazo, y luego lo trae por que la gente lo piden a veces para ver cosa del fútbol y esas cosas, ya sabes. Con un gesto entre frustración y agradecimiento se marchó.


En el umbral de la nostalgia se sentía, y no encontraba la razón, por que el día estaba soleado, y las hojas de los árboles las veía mas verde y brillante que nunca, a través de la ventana. No sabia por que pero, sentía una tristeza incipiente, que hasta le dejaba un mal sabor de boca, en cambio le apetecía oír música tristona. 
Para ocuparse del mucho tiempo que ahora disponía, se decantó por aprender italiano, con sumo cuidado sacó el long play, de su funda, lo miró y sopló para sacarle el poco polvo que tenia, mas bien era unas diminutas pelusillas que solo se veía, si se giraba el disco en dirección hacia la ventana y la luz mostraba su reflejo sobre el negro y brillante vinilo, donde  los surcos guardaban la voz de Sergio Endrino. Estaba solo en casa, le habían dejado solo en casa, toda una mañana para él, ¡que paz! Trastear entre las baldas de los libros, mirar los discos casi olvidados en las cajas de cartón, como le pasaba al arpa en el ángulo oscuro que citaba Bécquer.

15/4/09



Tatami de espartínas
Capitulo I

Calor, salitre y cal

Desde el autobús urbano, antes de llegar a la parada de la línea, vio "El Arco",el arco que daba la bienvenida al barrio, barrio que fue asentado sobre suelo de las marismas del Odiel.
Los colonos de ese enclave, trabajadores de diversos oficios, que construyeron chozas como mejor pudieron, y a su entender; para convertirlas en sus viviendas, humildes pero dignas, como ocurriera en esos tiempos y mas atrás, en tantos otros lugares de la geografía no solo de Andalucía, sino de casi toda España.
Convirtiendo las espartínas, los lodos y los caños naturales de las marismas en aldea, diseminado de viviendas, como lo llamarían los técnicos municipales, de éste, o otro cualquier Ayuntamiento, da igual la localidad. Pero de eso, ya hacia mucho tiempo, ahora todo aquello era una barriada, como casi tantas de la ciudad, o del país inmerso en el progreso, un progreso ya tardío, impulsado por los tecnócratas del Opus Dei que el Régimen puso al frente del gobierno de la década de los sesenta, y que a raíz de la industrialización, con el pomposo nombre de Polo de Desarrollo Industrial, y des
de la mitad de la década de los sesenta, se instalaron junto ala ría.
Fabricas de industrias química, vertiendo los residuos directamente al mar, acabando con ese espacio natural y semi salvaje aún. Tarde ese desarrollo si, pero visible, en sus mejoras y comodidades tangibles, para esa masa de mano de obra sin cualificar, que llegaban desde toda la provincia, abandonando los campos o las minas, no solo de la provincia, sino también de fuera de ella., trabajadores siempre sin un futuro, y basado en jornales, que dependían del tiempo, de la tiranía del manijero o del señoriíto. Si llovía y no trabajabas, no se cobraba, y en las minas el legado era casi con toda seguridad, una enfermedad pulmonar. y una mísera pensión.
Esa gente era bien venida en la capital, para cubrir la demanda obrera, en la construcción de naves industriales. Después la puesta en marcha de las factorías químicas, disminuyó drásticamente, esa mano no cualificada, demandando personal especializado, lo que dio paso a una inmigración desde diversos puntos del país.

El bienestar del barrio no solo estaba con el acerado y luz eléctrica en las calles, o el agua potable dentro de las casas, ahorrándose el tener que ir alas fuentes publicas, como todavía sucede con el barrio pegado a este. Aquí tenían hasta colegios, guarderías, comedor público del Auxilio Social, iglesia, en fin; era un lujo el haberles tocado una vivienda y no tener que vivir en una chabola, de las que todavía quedaban muchas en la capital. Aquella barriada y otras de similares características fueron inauguradas con toda la pompa del régimen.
Caminaba por la larga y ancha calle asombrosamente blanca, tanto que hasta molestaba a los ojos la luz que reflejaban sus paredes, casi todas blancas.
Ahora comprobaba que debía ser cierto aquello que leyó en cierta ocasión, en la revista Blanco y Negro, que según un estudio de fotometría, había demostrado que la costa onubense, ofrecía la mayor luminosidad de todo el litoral hispánico, y no solo eso, sino que poseía el mayor numero de días soleados.
Dos clases de casas, había en esa calle, las de dos plantas y las de una sola, la carretera era de tierra, sin asfaltar, todavía podía verse algunos árboles que sobrevivían sin ser talados, regalando una escasa sombra, estos árboles llamados "Paraísos", tenían el inconveniente de que sus raíces levantaban el acerado y podían incluso entrar en casa, los faroles sujetos a las paredes mostraban algunos cristales rotos, pocos faroles se mostraban intactos.. Aunque éstos, eran repuestos de tarde en tarde.
La tarde de Julio, había derramado mucha calor sobre la ciudad, y la calíma amenazaba una repentina lluvia de verano, que nunca caería, para así, poder refrescar el ambiente.
Con su gran bolsa de deportes colgada del hombro, cruzó las hercúleas columnas y se dirigió a la a casa de su primo Yabata, nombre con él, le apodó de pequeño, por su afición a las películas de chinos, que veía en el cine del barrio y en verano, en la plaza de toros, La Merced, muy cercana a la barriada.
La sorpresa fue agradable para todos, aunque todos le estaban esperando desde hacia días, su tío Manuel, tía Leonor y pasando por sus dos primos mayores, Luís y Cinta, pero sobre todo, muy agradable para Yabata. ¡Su primo el karateka había venido a pasar el verano con ellos! ¿ le habría traído los libros de karate, que él, le prometió ? ¡Si, seguro que si !no le haría ese feo, pensaba el benjamín de la casa.
_ ¿Y la gente? ¿todos bien, tu madre... tu padre.. ? preguntaba su tía mientras besaba a su sobrino, que ya le sacaba como dos cuartas, casi, de altura.
_ Si, no hay novedades de importancia, todo sigue igual, mas o menos. Mi hermana pronto terminará los estudios y mi padre es posible que se jubile dentro de poco, ya sabes, por eso de la bronquitis... -Todos asintieron recordando la enfermedad de Evaristo, cuñado de Leonor, su tía. Evaristo, tanto tiempo trabajando de pescador en la ría, en la mar, en los esteros de ese rió, el Odiel, formando un delta con el Tinto, arrebantádole horas de sueños a las madrugadas, con su barca velera, que a golpes de remo, surcaba los verdes laberintos de caños de las estuárias, que formaba esa inmensa marisma, para vender la pesca del día, bien fuera de bailas, de “bocas” de los cangrejos, mojárras, camarones o de chocos.
_ Si pero él, por lo menos pudo irse con algunos ahorros a Madrid y probar suerte como tantos otros, y no le ha ido mal del todo. En cambio yo fui a Holanda, ala fabrica Philips... No termina la frase tantas veces ya oídas por todos, cuando su mujer, le corta la conversación, no sin un sublime reproche.
_Te viniste porque no eras capaz de aguantar un tiempo sin mí, y sin tu casa, dos meses es poco tiempo para buscar fortuna, ¡mira la Pepi...al Antonio-.
_ ¡Ha¡ traigo unas cosas para vosotros!
Interpuso su sobrino Joaquín.-talvez dándose cuenta de la situación. Y abriendo la gran bolsa de deportes sacó unos regalos; un gran transistor Telefunkent, para que su tío oyera las coplas y los toros, comics para sus primos, una medalla de la Virgen de La Almudena patrona de Madrid, para su prima, y un estuche lujoso de perfume para su tía.
_Mañana tengo que recoger en la consigna de la Estación de Sevilla, un paquete grande con algunas cosas. Su tía Leonor preparaba algo de merendar, mientras le decía que para que se había molestado en traer regalos, que no eran necesarios.
Salieron esa tarde casi noche, los tres primos; Luís, Cinta y Joaquín. Se encaminaron al centro, hacia la Plaza de La Merced donde las terrazas de los bares esparcían aromas de comidas caseras, de vinos generosos y frescos de la tierra que, mezclándose con el olor a salitre que, la brisa ligera traía desde de la ría, llenaba de vida la noche calurosa y bullera por los crios, que jugaban en la plaza o entre las mesas de los clientes, llevándose reprimendas de los pobres camareros, todo eso era vida, alegría provinciana si quieren, si, aunque los mosquitos a veces fastidiasen la velada.
No fue fácil encontrar un velador libre en el bar Los Amarillos, a pesar de su larga terraza, todas las mesas, estaban ocupadas.
Platos de raciones de chocos, coquinas, de pescaditos fritos que serpenteaban por entre las mesas en brazos de los ya expertos camareros, en repartir viandas en aquel maravilloso caos de bulla, y gentío. Calor y mosquitos, sobre todo mosquitos, mientras la radio o la televisión, ponía música de los Pop Tops con su Mamy blue y una modosita Jeannette, se empeñara en decirnos porque ella, era rebelde.
Recorrieron varios lugares hasta encontrar una pastelería de bastante renombre en el lugar y compraron dulces para llevar a casa, en especial “Sultanas” que le gustaban mucho a su tía Leonor, y “Borrachos” para su tío Manuel. Después disfrutaron de unos helados en "Los Valencianos" en la pomposa calle Concepción, oyendo de fondo a "El soldadito" que un grupo de repeinado muchachos, y muy educaditos ellos, llamados "La Compañía", sonaba en las radios y la televisión.
La noche lucía una Luna llena, que parecía un gigantesco grano de uva plateada, puesta en el cóncavo cielo negro, que hasta ella parecía calentar la noche, como un sol nocturno.
De regreso a casa, las calles del barrio exhibían a la gente, sentadas en las en las aceras en sus sillas, queriendo así mitigar el calor, viendo el televisor desde la calle, con las puertas abiertas de par en par. Se podía seguir la trama de las películas, caminando de una punta a la otra, del barrio con tan solo oír los receptores, pues quién tenia suerte de poseer uno de estoa aparatos, y ya eran bastantes, procuraba lucirlo dándole volumen y quien no poseía ese aparato se sumaba a cualquier puerta, para disfrutarlo.
Sus tíos estaban, como no, viendo la tele igual que todos, Cinta sacó una mesita y expuso los pasteles sobre ella, mientras tía Leonor preparaba café. Juanito, que éste era el verdadero nombre de Yabata enfundado en un karategui algo grande, que su primo le acababa de traer, daba patadas y saltos en el patio. Al oír a los recién llegados corrió hacia la reunión de la puerta de la calle.
_ ¿Cuándo me enseñaras algunas mañas de karate? Pregunto a borbotones y sudando, Juanito a su idolatrado primo.
_ ¿Algunas que.? ... a ya, quieres decir llaves, bueno ya tendremos tiempo voy a quedarme hasta septiembre ¿no?
_ Si, si, y romper los ladrillos con las manos, ¿he?. Su primo soltó una carcajada, sabiendo que le quedaría mucho trabajo pendiente con el chaval.
_ Oye, ¿cómo te dio a ti por eso del karate? Le preguntó su primo Luís mientras encendía un cigarrillo "Bisonte" y .
_Pues mira como tú ya sabes, yo antes hice algo de judo en mi colegio, y el año pasado, con motivo del primer campeonato nacional de judo de España, se hizo una exhibición de karate, esto fue en el "colegio Maravillas" cerca de donde yo vivo. Aquello me impactó, por su rapidez y potencia, el maestro que mostraba las ejecuciones técnicas, fue un japonés de verdad, cosa que a todos nos resultaba exótico, hoy es mi maestro, ya ves, y ya llevo casi dos años y medio con él.
_¡Entonces ya eres cinturón negro de esos!, ¿a qué sí?. Se apresuró a decir Juanito
_¡Pues no!,sólo soy cinturón azul y aún me falta mucho para eso. Pero ser cinturón de cualquier color, no es lo importante, lo que importa de verdad, es que tú, comprendas la esencia del arte marcial. Cuando uno es cinturón negro, es el comienzo del camino del karateca, eso dice mi profesor, comienza la búsqueda del "Do" o sea, el camino, que es eso, el significado de la palabra.
_ ¿Y eso que es? Preguntaron ambos primos al unísono.
_Un coñazo para explicarlo ahora, lo dejaremos para otro día- zanjó el asunto el invitado, y siguieron de cháchara un largo rato a la frescura de la nueva subida de la marea, que traería el aire yodado, el escaso aire del momento, movía un poco las ramas de los escasos árboles de aquella calle.

14/4/09

El asesor

El asesor (primera entrega)


Se dio cuenta, al mirarse en el espejo que siempre comenzaba a afeitarse de la misma manera y en el mismo lado. Siempre comenzaba por el lado izquierdo, y pensó si a todos, les ocurría lo mismo. Seguramente sí, el hombre es animal de costumbres, e hizo un balance mental de las cosas que hacia de manera mecánica, sin pensar. Recordó, que siempre recorría la calle suya, en la misma dirección, y que cruzaba la acera por el mismo lugar, si no siempre casi siempre. Cuando se dio cuenta ya estaba echándose el bálsamo affter shave ese, o sea la loción de después del afeitado, se preguntó, que por que venia en ingles sí la marca era española, hecha en España, y comprada por españoles. _Deberíamos negarnos a comprar cosas extranjeras habiéndolas aquí en España. Reflexionó, le salió el lado patriótico..
La mañana estaba nublada y no sabia que hacer; si coger la cámara de fotos digital, si sacar al perro, o irse de compras. Cogió la cámara. Y desde aquel ángulo, en el que llevaba tiempo pensando, hizo las fotos a distintas alturas, a la escalinata ancha de hormigón de la plaza cercana a su casa. Recorrió las callas a discreción sin rumbo fijo, de un lado a otro, de aquí allí, pero no salía nada interesante, nada que pudiera ser susceptible de algo artístico. Aburrido, como lo debiera ser una manifestación de ostras y tan... no sabía explicarse, ¿triste? sí tal vez ésa fuera la palabra, triste, como el día, o como cuando nadie ha venido a tu fiesta. Extraña sensación de soledad que parecía gustarle en el fondo, ver si alguien le preguntaba que le pasaba, pero por otro lado se reprochaba, si no le daba vergüenza sentirse compasivo consigo mismo. ¡Otra vez estaba en la librería del Corte Ingles!, y ni siquiera fue consiente de ello, es mas, tenia entre sus manos un libro, una novela, de las que son económicas y de bolsillo. Trasteó entre las baldas, en la mesa amplia, donde antes residía el orden y ahora los volúmenes estaban por doquier. A la salida, notó como el guarda de seguridad le miraba, a él! que nunca fue capaz de robar ni un sacapuntas en el colegio, y eso que su economía (la de sus padres obviamente) era mas que precaria, y sacaba mina a sus lápices, con el cuchillo de cocina en su casa, paro no tener que verse en la situación de ver todos de la clase que no tenia sacapuntas, bueno ni cartabón, y por supuesto el compás, menos, pero ya eso lo poseía tan solo unos pocos. Al llegar a casa de nuevo, bajó el verde toldo del balcón, buscando fresco e intimidad, puso música, un cd de Bach "Concierto de Brandemburgo" uno de tantos conciertos, que según leyó alguna vez, era tan pródigo, en crear música, que conforme terminaba de escribir las partituras, se lo quitaban casi de las manos para ser orquestada. , y la recordó a ella, su pelo mojado por la ducha, como se secaba, el pelo con esa toalla roja, y de como se le veía radiante y sensual, casi bajo el marco de la puerta del cuarto de baño. Como se puso el tanga negro, sin quitarse la toalla que cubría su cuerpo, ciñéndolo al talle, tan solo se le vio escasamente, los muslos, hasta arriba y casi, solo casi, le pudo ver, algo del glúteo joven, que aún no llegaba a los treinta. Sin darse o cuenta, o tal vez sí, sintió que su pene se erectaba, sabia perfectamente, que terminaría masturbándose, no sería la primera vez, desde hacía semanas se masturbaba pensando en ella. Su mano izquierda acarició de manera leve y fugaz, su miembro, que parecía quisiera salir por encima del botón de la bragueta. Se levantó para cambiar de disco, necesitaba mas música, mas tiempo, y eligió a Rachmaninoff, sinfonía número uno. se volvió a tumbar, y rebuscó en su mente, en su memoria, aquella imagen, de su pelo mojado cayéndole por encima del hombro, levantando la rodilla para poder secarse las piernas, y esa luz lateral desde la izquierda, idónea para una fotografías mano derecha ya era dubitativa, se metió los dedos bajo el botón, y rebuscó, el glande que apretado entre la tela y su abdomen estaba preso, deseaba salir al aire, como un buceador de ostras, después de capturar algunas piezas, Desabrochó el pantalón, tiró hacia abajo con ambas manos, dejando el pantalón a medio muslo, una mano acariciaba sus testículos y la otra, refregaba el pene de abajo arriba despacio, con los ojos cerrados y envolviéndose, en aquella música. Recordó, que tenía varias fotos de ella en el PC portátil, como si de un resorte se trataba, salió del estampado y elitista diván, como disparado, lo puso sobre la mesita y lo encendió. No tardó mucho en hallar la tres fotografías de ella, desnuda y de espaldas sobre la cama, de rodillas con las piernas abiertas en el lecho, con su torso elevado y mirando atrás, al objetivo. Sus glúteos; redondeados, blanquecinos y una espalda fuerte y anchas, era lo captado por la cámara. Pulsó el modo diapositiva del Windows, y al ratito, reproducía las tres imágenes de ella, repetidas veces, como un bucle sin. Sus imágenes en la pantalla, ora tumbada mostrando casi toda su desnudez, tan solo cubierta por una un pico de la sabana en medio del pecho , y un trozo de pliego cayéndole hacia abajo, le cubría, medio muslo de una pierna, dando sombra al casi depilado triangulo. Ora tumbada boca abajo, sin sabana que le ocultara su desnuda, figura mostrando unos carnosos y duros glúteos, incitando a que él, la penetrara mentalmente en esa posición. ¡ummmm! se excitaba él imaginándose, tocar con sus dedos el ano y mojándoselo de saliva, para poseerla, estos pensamientos hizo que la mano que acariciaba su pene, acelerase sus movimientos de arriba abajo, y apretase el glande ,de vez en cuando resoplando con los ojos semicerrados. Se acercaba el momento de la eyaculación, y no quería que fuese tan rápido, deseaba que durase mas tiempo esa sensación de placer que iba “in crescendo“, pero poco podía ya retener la explosión del éxtasis, la velocidad de sus movimientos, aún fue en aumento, una pierna encima de la otra estiradas ambas rígidas, su otra mano, apretando sus huevos, sintió como descargaba el semen que a borbotones salía disparado salpicando incluso, su pecho y manchando de esperma la camisa. La mano que le daba el gusto meneando su miembro, estaba mojada del blanquecino y lechoso liquido, que corría hacia abajo. Hasta el botón de latón dorado del pantalón, se manchó, y seguía saliendo esperma a cada espasmo de placer, tiraba de la piel del pene hacia abajo dejándolo así, unos segundos para que, la cabeza roja e hinchada, de su viril pieza dejara salir todavía, un hilillo seminal, sintiendo placer mirándola a ella en las fotografías, que mostraba su pc en la pantalla una tras otra, repetidas incansablemente.
Ahora que tenía tiempo, no se le ocurría que hacer, ni siquiera de elegir una de esas cosas, que él anotaba en su lista mental, ¿para qué? _Arreglar la cinta de la persiana, no le apetecía, de todas formas, era mejor mandar colocar una nueva, pues ésta ya era vieja y desfasada. Mirar los discos de vinilos y tirar los que no merecían la pena ni para guardarlos como recuerdo, ¿de recuerdo? ¡buenoo! si empezamos así, no tiraría ninguno. ¡No!¡todos! había que tirarlos todos, sin penas ni sentimentalismos, eso lo único que hacia era estorbar, además, ¿donde se compra ya a estas alturas, una aguja para ese gira platos? si una vez te dio por buscarla en las tiendas, en muchas, y no la encontraste por ningún sitio, ¡ya está! entregaré todos esos libros que ya no me caben, o no me gustan, o son un tostón, ¿para que negarlo? eso, haré eso, los meteré en cajas y los llevaré a la Biblioteca Provincial o a la Municipal. Todos estos racionamientos, bullían en su cabeza. Fue rechazando una tras otra, las posibilidades de organizar el trabajo del día: lo de los discos no, había que buscarlos debajo de la cama del cuarto azul, que ya apenas se usaba. Además estaban embalados en cajas de cartón. ¡No! esa tampoco. la de los libros desde luego que nanai de la china, ¡vamos hombre! encima que le regalaba los libros tenía él, que ir cargado con los bultos, con lo que pesaba aquello. ¡Ya está! terminaría de repasar esa novela, creyó encontrar un motivo de entretenimiento. _Sí, eso haré, la novela que nunca se termina, y siempre que la leo y la releo, le encuentro que; o le sobran palabras o le falta algo.
Encendió su PC portátil, se sentó lo miró, esperó a que toda ese protocolo rutinario pasara de una puñetera vez, para poder comenzar a eliminar cosas, a vaciar la papelera virtual, escribir, a corregir, a volver a reescribir lo eliminado....Se quedó dormido mecido por la voz de María Callas, ella le cantaba a él el Ave María, que le sirvió de nana.

13/4/09

imagen del blog "Terroristas del humor"


Agapito Delbadajo era músico de orquesta, tocaba en una, que hacía bolos en las verbenas de las provincias ¡Delgado! era muy delgado él, como una sílfides, (que nadie sabemos que coño es eso, pero lo decimos) fíjate si era delgado, que debía pasar dos veces por el mismo sítio para hacer sombra. ¡Bueno! El caso es que en uno de esos lugares al que fue a tocar. Era a un pueblo de la sierra, ¡frio! mucho frío en ese pueblo ¿Por qué pondrán los pueblo tan lejos? Se preguntaba el músico, y sus compañeros, que llevaban todo el día, echándose el aliénto en las manos, para calentárselas.
Carajote de La Frontera, se llamaba el pueblo. En la plaza (las única) estaba el Ayuntamiento, el casino, la farmacia, y un señor en un banco, que no se que hacía allí, pero allí estaba. Entraron al casino y pidieron tres cafés con tostadas, eran cuatro, pero como uno no llevaba dinero, ¡que se joda! ¡ala! Haber salido desayunado de casa. En el casino había una rifa benéfica, Agapito compró una tira de diez números, nunca compraba loterías ni cupones, ni nada eso, pero mira... el frío de la sierra le reblandecía los sesos, ¡coño! Que compro una.
Prepararon los aparejos de la orquesta en el escenario, y probaron el sonido. _ ¡Uno, dos, uno dos Si! ¡Hey! Si, si, ¡Hey! Decía el que no tomó nada en el casíno, poniendo voz ventral, saliéndole del diafragma (esto lo he leído yo en un manual de canto)
Llegó la noche y después de elegir a la reina de las fiestas, que era hija de un concejal ¡que coincidencia! (el año pasado fue la del otro concejal del mismo partido) tocaron Paquito el chocolatero ¡seis veces! tocaron el tema, porque en ese pueblo solo sabían bailar “Paquito erchocolatero” como ellos decían allí.
Después, durante el descanso se hizo el sorteo de la rifa, y... ¿a quien le tocó el premio? ¡exacto! a Agapito. _ ¿Y el jamón? Preguntó el iluso. _ ¿Pero que jamón? Le respondió el que sacaba las bolillas de los números, de una talega. ¡La cabra!, Aquí sorteamos ¡la cabra to los años!
_¡ Haaa no! Pues entonces no quiero el premio, déme otra cosa. Respondió el escuálido Agapito. ¿A que te arreamos con el bastón? Amenazó uno que había nacido con boina puesta ya y todo. _¡Amos hombre, le vas tú hacer un feo al pueblo! Te arreo una que…! Seguía amenazando el mismo cateto, mientras era aguantado por otro del brazo, ahora había más gente alrededor, y una niña guarra metiéndose el dedo en la nariz decía,_¡Dale abuelo, arrearle! La Wolf Vagen blanca matricula de Almería salió a las seis de la mañana, con todos los chismes en la baca, y la cabra asomando la cabeza por una de las ventanas, comiéndose las hojas del ABC, que cogió del Casino San Isidro.
Agapito sufrió las iras de su mujer y de su hija, que ya estaba en edad de merecer, cuando vieron a la cabra y detrás de ella, a ese pobre hombre que no atinaba a darle explicaciones _Yo…es que… el pueblo... Balbuceaba con la cabra en brazos, más pálido todavía, ésta estaba comiéndose el hule de la mesa por una esquina. _¡Atontao que estás atontao! Le gritaba la mujer. _Pues yo con la cabra en casa, no me duermo mamá, Ajún! Decía la niña que daba asco de verla, de remilgada que era y con el pijama del Pato Lucas puesto aún, a pesar de ser las mas de las doce de la mañana.
Seis meses hacía que, la cabra llegó a la casa y las tetas le habían crecido como a las una mujer mayor ¡Que tetas Oiga! Daba leche para media calle, los vecinos se arremolinaban todas las mañanas en la puerta, para llevarse una poca ,pero la que vivía al lado del quiosco, ¡Esa! era la primera siempre, con la olla de aluminio grande, y dando codazos para que no se le colaran. _ ¡Siempre igual la tía esta! Decían para sus adentros las envidiosas vecinas que nunca llegaban antes que ella,la última de la cola solo podía pillar un vaso. _¡Pos esto no puede seguir así, esto sanseacabó! Le dijo, bueno mejor dicho le gritaba, su mujer muy seria ella, a Agapito Delbadajo que casi se confundía con el rayado del entapizado del butacón donde esaba sentado ¡enjuto, muy enjuto! (que quiere decir delgado) era muy esmirriado, como ya dije antes ¿o no se lo dije?.
Blandiendo la espumadera, que compró en los chinos, remangándose el yérsey de lana, verde limón le dió un ultimátum al pobre hombre. _Ho vendes la cabra o ¿A ver que va a pasar aquí? Por que así no,no podemos seguir ¡no! nanai de la china. No trabaja, se come todo lo que pilla, hasta los cuadernos de los niños y no suelta el mando del televisor. Decía Eulalia, porque así se llamaba ella por parte de madre, la bautizaron como su mamá, y como a su abuela, ya la bisabuela no se llamaba así, se llamaba Gertrudis, por que víno de un sitio Portugal y allí, se llaman Gertrudis todas las Gertrudis… ¡digo las mujeres!
La cabra en el salón que estaba viendo a Paco Lobatón, por la tele, con las empuñaduras de una bicicleta Orbea, puestas una en cada cuerno, por que se liaba a trompadas con todo quisquie, haciéndose la sueca, como la que no se enteraba, de lo que la mujer le decía al peléle.
La cabra encontró trabajo con unos gitanos de Rumania, como equilibrista de escalera callejera, tenía ella madera de artista sí, con un traje de faralaes tapándole sus vergüenzas, la cabra salía al centro del mogollón mientras uno de los gitanos ¡mas guapo... con unos ojazos! ¡Hay ladrón! tocaba la trompeta y a veces se ponía bizco del esfuerzo, otro tocaba el acordeón éste, era muy basto ¡Ho! Más que un cerón de esparto. Tres de las mujeres bailaban, mientras la abuela en una esquina, por si venían los municipales decir: ¡Agua! Al mismo tiempo que los niños robaban en las terrazas de los bares cercanos, los móviles de lo guiris (bueno y las gafas ,los bolsos, las carteras y … menos los libros, porque eso les daban urticarias)
Ganó dinero la cabra sí, mucho dinero, empezó en la calle, y de allí, a los teatros ya ves, y terminó con Sardá en la televisión, con un contrato que ya lo quisiera la Pantoja esa, ganó dinero, mucho dinero, pero no se gastaba nada, ni un céntimo, ni en comida, por que la tía se alimentaba de los guiones, de los suyos y de los demás que estuviera a su alcance, y se bebía el agua de los floreros para no tener que comprarla embotellada. Un día contó ella una anécdota en una entrevista. Resulta que Un conocido cantante (no quiso decir quién, ella sería cabra pero discreta) el conocido como decía, bebía ¡tela! pero en secreto, y para disimular su adicción, vertía la ginebra en los floreros del camerino ¡y claro! Un día ella se la bebió, pensando que era agua.Por eso aquella noche, pasó lo que pasó en el plató de Telecinco.El Sardá pensó en echrla del programa, pero fué tal la repercusíon al día siguiente, que desde ese día la emborrachaban un poquito. ¡eso si! previo pago de un plús.
Era toda una celebridad la cabra, no solo en su barrio sino en el país, el Interview le daba un pastón por salir en top less pero ella ¡que no! La cabrona, digo cabra, no daba un euro en casa, todo era para ahorrar, si, si, ahorrar, y la gente le decía _ ¿pero para que quieres tu los billetes? _ ¡eso! ¿Para que? decía un señor que no era ni del barrio ni nada, pero era muy chismoso ¡que chismoso eraaa! _Si tú no tienes dedo gordo para contar los ¡a ver! ¿Para que quieres el dinero desagradecida? Le dijo una vez la señora Gertrudis desde el balcón, con la vena del cuello hinchada del cabreo y de la impotencia, por que veía se le escapaba la fortuna. _¡con lo que te hemos querido, (¡que embusteraaaa!) asquerosa y así nos lo paga! Mientras ella se iba con dos maletas de piel y su bikini de rayas, como en la canción de Formula V. _ ¡Para hacerme una operación! Dijo ella. _ ¿Una operación de que? ¡Desgracia! Se oyó desde más atrás, que resultó ser la hija. _ ¡De sexo! Gritó la cabra muy solemne ella. Se hizo el silencio de pronto, igual que cuando alguien pregunta en una cola ¿Quién se ha peído? Los gorriones que volaban por allí cerca en ese momento, se cayeron redondo al suelo de la impresión.
Era una mañana radiante de luz los pajarillos no cantaban, no, ¡tocaban el violín! Ese día era una avanzadilla, un preludio, un prólogo de la primera. Ella, en su frente altiva sintió los tibios rayos del Sol mañanero en su cabeza, que mostraba un lucero blanco, esto la hacía mas coqueta a todavía.
Nada mas salir a la puerta de la clínica que sale todos los días anunciándose en televisión, aspiró el aire renovado de la mañana, hinchando las narices y alzando sus patas delanteras hacía arriba (las delanteras nada mas, las traseras no, por que sino menuda ostia se daría) alzó, como decía, las patas y exclamó con cara de esas que en cine se pretende sea una escena histórica (si, como la de Vivian Leith en "Lo que el viento se llevó", ya se que tú sabes mucho de cine) _ Que hermoso día para comenzar una nue… ¡Aashiiiss! !Aaaachiiisss!! y le entró un ataque de alergia primaveral que los mocos le salían como a los niños del parvulario, e incluso los cuernos se le estiraban del esfuerzo al estornudar, mas que cuernos parecían dos matasuegras de esas que te de dan en los cotillones _¡¡Aaachiiisss!! Cuerno tieso, cuerno, arrugado. La gente que pasaban por la acera decían; _ Que cosa mas curiosa ¿te has fijado en los cuernos de la cabra cuando estornuda? Y ella balbuceaba algo así como _aba no Abón oi abón. Con la voz nasal que ponía. La gente claro, no la entendía. Cambiaba de color su cara del rojo como la bombilla de un puticlub, pasaba al verde calabacín y de éste al lila berenjena. _¡Adentro! llevémosla adentro, que es de ahí, donde a salido la cabra y ella: _ ¡Abón oi abóooon! _¡La pobre!. Decían algunos que lo único hacia es estorbar en esa rebujiña, por que eran curiosos.
La cogieron entre un señor que repartía propaganda del Hipercor y el camarero del salón recreativo de una esquina (por que los salones recreativos, los de las maquinas tragaperras, son como los bancos siempre están en las esquinas)
_ ¡No! Aquí no entra, a la seguridasosiá. Decía impertérrime (que no se lo que significa, pero viste mucho) insistía el portero barrigón con camisa azul y con el botón del ombligo sin abrochar mostrando unos pelíllos bróncos. _¡He disho que a la segiridasociá, que aquí ¡No!
Y allí la llevaron a la cabra. Los celadores preguntaban al verla hinchada como un balón playero de la Nivea _¿Que le ha pasado a la cabra? Ella respondía histérica: _¡Abooón! Oi ¡Abooón onioo! _¿Ve usted? pues así por todo el camino._ Para mí, que es un ataque de alergia, con una complicación traumática de ascendencia intolerante a los ácaros, que le distorsiona la voz y le cambia la cara de colores. Dijo muy erudito el repartidor de propagandas, que se había leído los quince tomos del "EL medico en Casa" de Editorial Planeta. _Pues si, debe ser eso, sí, por que más que cabra parece un semáforo. Asintió el celador _ ¡Aboónnn e oi un aboooón! Mas histérica aún se removía la cabra en la camilla _ ¡Que te calles ya, coño! y para adentro. Le dijo el celador dándole un manotazo en la cornamenta.
Cuatro anti estamínicos le pusieron y un rollo industrial de papel higiénico, para los mocos, le dieron en Urgencias. Cuando ya se puso mejor, el médico le preguntaba _¿Por que esa perra con la palabra abón? Intrigado el médico la miraba esperando respuesta. _Por que ya no soy cabra, ¡soy cabrón! ¿O no se me ve? le aclaró con una voz ¡que no parecía ni misma oye!_Ha es verdad, ¡anda que tonto!, yo es que, como de eso no entiendo, pues…Se disculpaba el galeno.
Ya en casa la familia la recibieron, digo lo recibieron, muy bien. El vecindario comentaba eso de la cabra, que ahora es cabrón, era muy curioso y traía a muchos periodistas _ Macho Cabrío, señores y señoras. Saltó un señor con gafas de armazón de concha, parecía salido de un retrato en blanco y negro. _La palabra cabrón, señores míos, es peyorativa, un insulto que suele decirse a los hombres, cuyo significado, me reservo, por que hay niños delante. Dijo el hombre recién salido del retrato. _¡Coño! que bien habla el viejo este. Dijo un niño, que estaba allí comiéndose una palmera de chocolate, en vez de estar en el colegio.
Cuando en casa supieron que ya no tenía dinero el macho cabrío ¡uff la que se montó! La cogieron en volandas y la tiraron escaleras abajo _¡Ala! ¿A ver quien te aguanta los pedos que te tiras ¡so guarra! ¿ y quien te recoge ahora las cagarrutas? ¡Asquerosa! Pero ella, no se amedrentó y muy digna levantó la cabeza caminando avenida abajo, sin volver la vista atrás ¡joder que bonito me ha salido! pensando en sus cosas cruzó la carretera antes de llegar al semáforo. Un estruendoso ruido de frenos y un ¡Cataplaff! Seco se oyó, las gentes corrieron y vieron debajo de la camioneta de reparto de Panrrico, a la cabra, digo al cabrón o al macho cabrío, todo despanzurrado y que ya no era más que un cadáver de animal, el pobre o la pobre ¡o lo que fuese!, terminó en el crematorio municipal.
La gente del barrio al enterarse, pues la noticia corrió como la pólvora (¿Dónde habré yo oído esta frase?) fueron al bloque donde vivía Agapito, para darle el pésame ¿el pésame? ¡ja! Con el choteo que tenían en ese barrio, le cantaron de bajo del balcón:
La cabra, la cabra, la puta de la cabra.
¡La madre que la parió!
Yo tenia una cabra.
Y la muy cabrona se murió.
Un coro, que cada vez más se hacía mas grande, seguía cantando. Hasta que los municipales llegaron y los dispersó.¡Ea! se acabo el cuento de la cabra.

12/4/09


Al final el cansancio le pudo, como siempre, como a todos. Se quedó mas que dormido, rendido por el sueño en el sofá. Los reyes de ambos bandos tuvieron tregua, la torre negra, aguardaba el movimiento de las blancas, un movimiento de cualquiera de sus tres piezas. El peón jamás lograría coronarse, el alfil era malo, la posición de las blancas no tenía enmienda, pero en cambio, ambos contrincantes pactaron tablas en esa partida. Se veía fácil, demasiado, que el bando negro, tuvo más que un simple gesto de generosidad. En el tablero se había reproducido una extraordinaria batalla, más que eso: Una hermosa contienda, donde ambos lados derrocharon astucia y tretas de una inteligencia, poco vista en estos lares, teniendo en cuenta que esa partida, fue jugada en un torneo de barrio. Diego gustaba de anotar las partidas de los que él, consideraba buenos ajedrecistas para luego estudiarlas, analizarlas, mirarlas con la lupa teórica de las combinaciones. ¡Ahora bien! cualquiera de las partidas de estos dos conocidos jugadores, satisfacería las expectativas de los aficionados al juguete exquisito, que a fin de cuentas, eso es el ajedrez.
El regurgitar de la cafetera lo oía desde el sofá, y el aroma a café recién hecho, le abrió el apetito. Con cierta gana, o mejor dicho, ansiedad, Dieguito se fue al baño para despejarse con el aseo matutino, y proseguir mas tarde con el estudio de esa partida entre los dos titanes del barrio. Desde la apertura del juego, hasta la final de esa lucha, era toda una lección de táctica posicionad, nada se ejecutó sin evaluar antes las posibilidades, de tal o cual movimiento. Era todo un detalle que ellos, hubieran aceptado jugar en ese torneo de barrio, eso elevaba el nivel de calidad, no siendo fácil, desde luego que no, seducirlos para la participación, en contiendas de este tipo. Tanto Dieguíto, como los demás, deseaban, soñaban, abrigaban la esperanza de si no ganarles, al menos unas tablas. Pero a lo sumo todo lo que se podía conseguir contra ellos es, primero, que te tocase en la ronda, segundo, tener una partida que al menos, duraras los veinte y tantos movimientos, y que tu posición a esas alturas, no fuera un desastre, por que lo normal es, a esas alturas de una partida contra uno de ellos, que tus piezas fueran como el rastro del naufragio, sufrido por un velero después de un huracán en el Pacífico. ¡Pero no! ya que ese record, solo lo poseía hasta la fecha, Antoñito, y ese, ya no jugaba al ajedrez, desde que le dio por otras cosas menos inocentes, digámoslo así. Y de eso hacía ya bastante tiempo.
Ninguna de las continuaciones lógicas que él barajó, daba tablas y mucho menos, por perdida la partida en el bando negro. Así que, estaba bien claro que fue un favor entre ellos. Si, de esta manera, continuaban los dos en la cabecera de la tabla clasificatoria. En el quiosco, los dos miraban la partida, J.J. estaba de acuerdo con Dieguito, era una magnífica partida, si, tampoco veía el motivo de las tablas, salvo, la descarada intencionalidad de que ellos, de este modo, siguieran siendo los primeros de la lista. Sobre el mostrador del puesto, el tablero volvía a reproducir la partida a insistencia de estos dos jugadores, que se tenían por buenos aficionados al juego tabloidal. Intermitentemente eran interrumpidos por la clientela, que acudía a suministrarse, bien fuese de la prensa, el tabaco, o el vaso de vino peleón, que también se surtía en ese tenderete de mampostería y chapa de color verde.
El Sol calentaba el colodrillo de Dieguito, que de pié, con la cabeza inclinada hacia abajo, miraba el tablero. Esto le daba dolor de cervicales, se rascaba con un pie la pantorrilla de la otra pierna, dejándole caer el peso de su cuerpo, de una pierna a otra, sentía alivia. Eran varias las horas que pasaban allí mirando los sesenta y ocho escaques bicolor, discutiendo que movimiento era mejor que otro, o jugándose una coca cola en una partida al ajedrez. No solo de la partida entre esos dos colosos en singular estaban atareados en esos días, sino del ajedrez en general. Juan José descolgó de la negra pinza metálica la revista Triunfo, que pendía del tendedero, junto a otras ,tebeos, periódicos y otras publicaciones, pendían de un cordel como lo hiciera n las banderolas en una verbena. El cimbreo del cordel espantó a varias moscas. Abrió el semanal rebuscando entre las paginas, un reportaje "¿Quiere usted jugar con ellos? El amplio artículo, hablaba del mach entre Boris Spasskis contra Robert Fischer, un acontecimiento que sobrepasaba ya, la mera contienda ajedrecística, para teñirse de política, e incluso en un cúmulo de especulaciones ridículas, en un circo mediático. Vieron que venía una partida del mach, la undécima, recolocaron las piezas sobre el cuadrangular terreno de batalla, Rusia a un lado, USA. enfrente, siguiendo el diagrama, que figuraba en la pagina veintiocho de esa revista semanal.
La pasión por el juego del ajedrez se la inyectaron en vena, casi podría decirse así, por que aquello era ya, mas que una afición, una adicción. El entusiasmo por los escaques se extendía, día a día, cada vez mas por el barrio, no solo en la chavalería, sino que, aquellos que obserban un tablero en acción, pronto se unía al corro, produciéndose una espontánea competición, un Totúm revolotum, donde imperaba la cortesía, con normas no escritas, ni puñetera falta hacía, salvo las reglas propias del juego, que dicho sea de paso, no todos sabían, produciéndose auténticos disparates a veces como, sacar dos peones a la vez, avanzándolos una sola escaques, en vez de adelantar dos un solo peón, como es una opción de cada peón en su primer movimiento. Cosas de este tipo mostraban el desconocimiento real de este exquisito juguete en gente que se consideraban buenos jugadores.Por las tardes, en los aledaños del quiosco, se congregaba la pandilla con varios tableros. Ese lugar era punto de encuentro para los aficionados, no solo ya del barrio, pues resultaba normal la venida de gente a ése punto, desde otros lugares, de otros barrios. A veces el cuadrangular espacio de tierra sin asfaltar, que había frente al quiosco daba la imagen, de un calidoscopio humano, donde los jugadores se reflejaban repetidas veces por múltiplos de dos. El quiosco de la vía, era conocido así, por ese nombre: Quiosco De La Vía, a pesar de no tener cartel o rótulo con ese nombre, solo que La gente, lo diferenciaba este quiosco del otro de mas allá, también verde. El Quiosco de la Vía estaba, a escasos veinte metros de la antigua vía férrea proveniente de La Estación de Jalva, aunque ya era vía muerta desde hacia más de ocho años, al menos. la eliminación de esa línea, para acceder a la Sierra. daría un empuje a la ciudad, económicamente hablando, claro está.¡Cuanta gente perdió la vida allí, en esa dos paralelas férreas, a propósito o por descuido. Hacía tiempo ya que la ultima victima se suicidó allí, cerca del paso a nivel. Resultó ser uno de los barberos, del otro lado de la carretera. hermano mudo que no sordomudo, del dueño de la barbería de la antigua escuela, lugar decadente ya y anacrónico. No duró mucho en cerrar el despacho el hermano del desgraciado, se decía que le dió un ataque de locura. El paso a nivel que antaño cerraba Nemesio con la larga, gruesa y pesada cadena, donde pendían varios señales de tráfico de "Prohibido pasar", sería la frontera entre dos tiempos, la ciudad provinciana y arcaica y la ciudad desarrollada que estaba por llegar. Arrastrada las cadenas por ambos lados, mientras un ensordecedor timbre daba aviso de que el tren estaba por pasar, de manera inminente. Cuatrocientos metros adelante, y en línea recta, otro paso a nivel con barrera, donde se repetiría la misma maniobra. Una vez el tren pasaba, los guardagujas, liberaban el paso a los transeúntes, y vehículos, recogiendo la larga y pesada cadena de hierro. Este monótono trabajo se repetía varias veces al cabo del día, era mas parecido a una condena que a una tarea laboral remunerada. Tal vez de ahi la frase que Dieguito oía asu abuela María "Eres mas torpe que un guardagujas".

Con dos tableros al mismo tiempo, miraba la partida que jugó Arturo Pomar contra el mas grande de entre los grandes, el Miguel Ángel de los tableros, así lo denominó Dieguito, tal vez lo leyera en algún sitio, o tal vez se le ocurrió. Aleckine para Dieguito resultaba ser el faro en el horizonte oceánico del tablero, éste jugador, que murió de cirrosis hepática por su afición al alcohol, era el equivalente a Mozart en la música, lo que el uno representa en la música, el otro lo es en el ajedrez. Sobre Arturo pomar opinaba, por lo poco que sabía de él, que era uno mas de los muchos juguetes rotos, utilizados por el régimen franquista. Ya le había dado dos veces la vuelta al elepé de Francoise Hardy, la solía poner de música de fondo para el estudio de las aperturas. Descubrió a ésta cantante francesa de música pop, a través de su profesora de francés, ella era una enamorada de la época hippie, además su parecido con la cantante Rosa León, resultaba sorprendente, le gustaba su profesora, no solo como profesora, sino como amiga, como mujer, ¿Estaría enamorado de ella y él no lo sabía? La apertura elegida era para el exhaustivo estudio, era el Gambito de rey, tal vez una de las complicadas, pero que en tiempo era muy utilizada en los torneos de empaque. Esto de las aperturas, observó Dieguito, era como las modas, lo mismo lo practicaba todo quisquie, que nadie se acordaba de ella. Se entrenaba fuerte, metódicamente, primero aperturas, siempre la misma, media hora, seguía con los finales, que se empeñó en el estudio de los finales de torre, aquí dedicaba mas de hora y media.
La mamá de Dieguito a veces se desesperaba, porque por toda la casa veía ajedrez, en el cuarto de baño pintó sobre los azulejos un tablero con rotulador, donde mentalmente reproducía el mate de Legal, mientras hacia sus necesidades, la bronca de aquel día, que su madre le echó al descubrir lo pintarrajeado en la pared alicatada recientemente, se lo borró con un paño empapado en agua y lejía, pero volvió a pintar lo mismo, pero esta vez detrás de la papelera, y además con la anotación algebraica incluida. Convenció a doña Leonor que no la borrara, con la mentira de que era una fórmula matemática para el próximo examen de fin de curso.
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El colorido de aquella larguísima mesa cubierta de tapete verde, con los tableros bien puestos, pulcramente las piezas colocadas sobre sus respectivos tableros y hasta los relojes, a cada el suyo, junto con una cartulina doblada en triangulo, señalando el numero del tablero, no cabía dudas eso si que era un campeonato serio y aquí si se jugaba fuerte. Algunos jugadores venían acompañados de sus familiares o novias, pocas chicas habían por allí, con pintas de ser jugadoras de ajedrez. Lo observaba todo, le impresionó aquella puesta en escena, aquella decoración tan propia de un torneo importante, no en vano, era el torneo abierto anual de la Escuela Pía, De La Santa Señal, regentado por unos religiosos.