La cara del operario era, como de incredibilidad; lo que al principio parecía ser un muñeco, o un retortero de ropas, al borde de la carretera, era
en realidad un hombre. Un hombre muerto, en la cuneta. Sus piernas le temblaron desde ese momento sin poder controlarse, las rodillas flojas, no les respondían, quieto, casi paralizado. ¡A él!... ¿Pero
por que a él? ¿Le tenía que suceder esas cosas? Levantaba las manos, dando señales a su compañero, que desde la otra orilla de la carretera, avanzaba en la
misma dirección que él. Asperjaba las aguas de llúvia, no le veía, estaba de espaldas y más adelantado. Tenía prisa por acabar la taréa.Las aguas de los
chaparrones del mes de Febrero y sobre todo, las de la pasada semana, fueron lo suficiente como para dar problemas larvarios de mosquitos, estos insectos
tan típicos, como indeseados de la orografía onubense.Las horas de Sol de esos días, provocaban el suficiente calor, como para que la eclosión de las
puestas, y por tanto,la proliferación de las larvas de los culícidos, surgieran mas rápido de lo normal, debido al recalentamiento de la concavidad del
terreno, que proporcionaba esa hondonada a la largo de carretera. Al final, de muchos intentos, Antonio Jesús, acertó con silbarle, y le salió un débil y agudo, aunque escaso, sonido de entre sus labios.Rápidamente
se dió cuenta Juan Carlos, que algo serio pasaba. Se giró y se unió a él con pasos rápidos. _ ¡Otras, Pedrín! Un muerto, ¿y ahora que hacemos? _Pues llamar al capataz ¿no? O a la policía…o yo que sé, pero aquí, no lo vamos a dejar. Respondió Antonio Jesús Mirándole a los ojos, como
diciéndole, ¿eres tonto o qué? _ ¡Joder!… con la prisa que tenía yo hoy. Se quejó. _ ¿Y eso que tiene que ver? Se sorprendió de la inesperada salida de su compañero. Él era así, “cuando menos te lo esperas te suelta una patochá”
se dijo en sus adentros. _ ¡pues coño! Que un amigo mío, vio un accidente en la playa, de uno que, se clavó un arpón en la frente y la poli, lo tuvo allí, por lo menos tres
horas cogiendo datos, esperando al forense. Y ahora, no son ni las doce y media de la mañana. ¡Copón¡ _ Pero piensa…ver esto y no avisar a las autoridades es como un delito, y nos puede traer problemas más serios, que el hacer tus recados de todo
los días, ¡cojones! Decidieron llamar a su capataz a través del walkie, recogiendo las mochilas en el Citroën C 15, de color parecido al café con leche. Al cabo de
media hora, llegaba el capataz con ropaje más própio de los del National Geografic, que de un simple prospector contratado por meses. La motocicleta de
todo terreno, la segunda que le asignaron en menos de doce meses, hizo un brusco, quiebro sobre el alcen, el “Halcón milenario” como se le apodó, por
parte de los compañeros, acostumbraba a dar esas infantiles y gratuitas exhibiciones, ya se cargó una moto, antes de finalizar la campaña anterior, la
primera en la que el Servicio de control de mosquitos la puso en marcha. Pero no importaba mucho, eso lo pagaba el contribuyente.
Una hora y cuarto tardaron los policías en aparecer, pero tanto la nacional, como la municipal, aunque ellos, habían avisado sólo, a lo nacional. ¿
Como se enteraron los municipales de que había un cadáver allí? Los dos operarios y el capataz, atónitos, a lo que parecía una discusión entre policías, de
distintos cuerpo, por adjudicarse el caso del muerto en la cuneta. una surrealista escena própia del cine italiano, de finales del sesenta. _la polla en vinagre tío, esto es la polla en vinagre. Replicaba Juan Carlos. A sus compañeros, en voz baja. _ El título de esto se podría llamarse “Me debes un murto”. Sugirió Antonio Jesús, con burla, ante lo patético de la situación. A pesar de ser el mes de Marzo, ya hacía calor aunque, aun quedaría frió y lluvias por devenir.
En la avenida Italia, de la capital onubense, hacía calor, bastante calor, y el relój de la estación de ferrocarriles, curiosamente, marcaba bien la
hora: eran las cinco y veinte de la tarde. Los dos agentes del Juzgado de Instrucción y Primera instancia, número tres, bajaron del coche, que paró en la
esquína del edifício entre, esta avenída y la calle Rábida, donde la iglesia de La Milagrosa, permanecía encajonada, embalada en un sostén madera desde
hacía ya muños años, por amenaza de ruínas y dejando que se destruyera impasiblemente, así, un edificio tan emblemático, como hermoso, en una ciudad
de la que, precisamente carece de monumentos y edifícios de interés arquitectónicos. El vehículo que les dejó allí, prosiguió su camino. Los agentes llamaron a la puerta de aquel comedor social de la consejería de trabajo y Bienestar
social, perteneciente a la Junta de Andalucía, de estilo casi colonial y austero en sus líneas, de una sola planta y de blancas paredes,recordaba
perfectamente a la Huelva provinciána de hasta hace poco. Institución que regentaban unas religiosas. A dicha institución benéfica, heredera de la ya,
afortunadamente desaparecida, Auxilio Social, donde acudían a desayunar y almorzar los ingentes y personas desahuciadas de la sociedad. Fueron
atendidos por la hermana Consuelo Fernández, una de las encargadas. No puso reparo alguno. en acompañarles al deposito mortuório del hospital Infanta Elena de la capital. para que pudiera reconocer a una persona,
y que, según las noticias de la policía, tras unas llamadas de teléfono, y a raíz de la publicación de las fotografías en el “Huelva Información” del día anterior
correspondía, casi con seguridad; a uno de los usuarios de dicha entidad benéfica. La monja, una de las pocas personas que trabó amistad con el desdichado, contó que, lo que más le dolía del asunto era que, el pobre padeciera
una agonía tan larga y en soledad, _ Si hubiera sido recogido por alguien, estando aún con vida, quizás no se hubiera salvado, pero al menos, habría tenido la oportunidad, de morir
en una cama. Sus palabras salían desde lo más profundo de su convicción cristiana, élla, que estaba acostumbrada a ver el dolor, en el alma ajena. La
hermana Consuelo, no mostraba en su rostro sorpresa, al confirmar la identificación del cadáver, con los años, las monjas adquieren una especie de coraza
inmune a las tristezas diárias de esta vida. Pasillo abajo que la conducía al exterior, iba la religiosa seguida por los enviados del Juzgado número tres.
Según el informe médico forense, firmado por Don Torcuato Ezequiel, quien realizó la autópsia en su día al cadáver, se pudo constatar que, el
suceso ocurrió sobre las diez de la noche. Parecía ser que el cuerpo trás recibir el golpe, Cayó a la cuneta, lugar donde permaneció hasta que fue hallado
por los operarios del servicio de control de mosquitos de la Diputación Provincial, durante diez horas mantuvo una vida agonizante. El médico forense
calculó que la muerte, le sobrevino sobre las siete de la mañana, el cadáver del desgraciado identificado como, Abelardo Calixto Benítez, fue levantado por
el juez sobre las doce y media de la mañana.
Efectivamente; Las declaraciones realizadas por el hombre detenido esa misma tarde, por la Guardia Civil, presuntamente implicado en el
accidente, coincidía con los resultados del estudio forense. El suceso según se pudo constatar ocurrió sobre esa hora señalada, cuando J.M.H. circulaba en
su furgoneta por La Nacional 431, concretamente en el punto kilométrico 633,100. El conductor había declarado que se había apercibido de un golpe, y que detuvo el vehículo, pero no vió nada, decidiendo así, seguir su camino.La
hipótesis del atropello que fue la más barajada, desde un principio, como probable causa, a pesar de que no se contaba con testigos de los hechos, por los
alrededores del puente de La Nicoba. El juez encargado del caso, ordenó el ingreso en prisión de la persona detenida, en el presunto accidente, hasta que se aclararan los hechos. El
titular del Juzgado numero trés, encargó la investigación, sobre la muerte de este argentino, para que se consiguiera el total esclarecimiento del caso. Alberto Calixto Benítez, era, según las conclusión de la investigaciones, profesor de karate antes de llegar a España, y de eso hacía
aproximadamente seis años. Había ejercido ya esta profesión, en Málaga. Como no podía pagarse la vída con este trabajo, y no tener los papeles en regla se
acercó a Huelva. Por aquellas fechas el argentino, vivía en la calle Puerto, en una casa, concretamente, en el numero catorce, por que su propietária le había
brindado su hospitalidad, al observar ésta, que era una buena persona. Mendigaba a las puertas de las iglesias, y que se trataba de una persona
profundamente religiosa. Con el dinero que recibía, pagaba el alquiler de la pensión, había cambiado varias veces de hostales por no agradarle el ambiente _” Porque no las encontraba decentes, ni acordes con su religioso espíritu. En el último lugar que estuvo, si se encontró más contento con sus
convivientes. ”El súbdito argentino había sido una persona conocida en las calles céntricas de esta ciudad, y por las localidades cercanas a esta como San del
Puerto, Moguer o Trigueros. Últimamente era acosado por un grupo de jóvenes que se empeñaban en calificarlo, de homosexual, y en cámbio, ésto, no le
atemorizaba seguir con sus largos paseos, en los que él reflexionaba, a pesar de aconsejarles quienes le apreciaban que no anduviera solo. Él aludía que
sus conocimientos en las artes marciales, le preservaban de este tipo de personas y saldría victorioso. El informe era mas extenso, y burocrático como todos los que se abren trás una investigación, el juez titular no siguió leyendo lo cerró y a apiló
sobre su mesa, junto a otros pendientes. En el centro de trabajo, un amplio almacén desprovisto de vestuarios adecuados, para los casi la treintena de personas, que allí se congregaban
en horas determinadas, y ausente del mobiliário necesario para algo tan usual ,como sentarse para cambiarse de ropa de faenas. por no haber no había ni
asientos para los obreros.Tras el regreso de los trabajadores, de una jornada dura de asperjar aguas de lluvia, fumigar jardines, desbrozar caminos en las
marismas y cunetas, o de patearse kilómetros de espartinas, revisando las aguas de las anteriores mareas, llegaba el relajo y los corrillos de amíguetes,
siempre afines en sus tendencias. Estos grupitos se hacían a lo ancho de aquel almacén “prestado” por otro servicio ajeno al de ellos. Comentaban algunos, la crónica del cadáver de la Nicoba, que de nuevo salía en el periódico, pero que ese día daba buena y más amplia
información, sobre este suceso. Luís se acercó a Antonio Jesús, que colgaba la mochila y los botes de productos químicos aniquilantes de las larvas, o
quizás, no sola de ésta, a mas largo plazo tal vez hasta la de ellos. _ ¡Oye¡ me ha dicho el capataz que mañana nos vamos los dos juntos a La Ribera, porque Juan Carlos no viene. _ Si, así es, ha pedido el día de asuntos própios. Y bajando la voz, haciéndole un ademán, para que se acercara le espetó._no te apures que ya esta
todo hecho, solo hay que repasar la zona. Luís sonrió, y se marchó al vestuario en busca de su taquilla. ======================================== Desayunaron donde casi siempre, en el salón recreativo de la calle Isla Cristina. Luís buscaba entre el montón de los periódicos atrasados que los
camareros dejaban al lado de la puerta. Encontró Luís el que buscaba, el de ayer, del que hablaban sobre el caso del ingente argentino, se lo pidió a Lucas
sin balar con un ¡shsss! Y un sólo gesto alzando el brazo con el ejemplar en las la mano, para no vocearle desde esa distancia. Lúcas no tuvo reparo en
darle su aprobación, de todas formas: hoy o mañana se tirarían a la basura todos esos periódicos. Pago la cuenta Antonio Jesús como casi siémpre, y antes de montarse en el Renault, se aseguraron de que no les faltaban ni las mochilas, ni los
productos del remolque al descubierto, donde transportaban los enseres de las labores. _¡Quillo! te veo meditabundo, a penas has hablado hoy ¿haber, que te pasa? Llora sobre mi hombro, y desahógate. Bromeó Antonio Jesús. Luis, sacó un Ducados lo encendió y después de reírse, le respondió: _ Es por lo del hombre éste, que tanto hablamos, ¡que historia mas triste tío! _Pues venga léelo en voz alta y así, haber si nos enteramos, que es lo que pasó, uno está en la cárcel ¿no? Parece ser. _ sí ahora lo leemos, aquí cuenta con más detalles la historia.
_“Abelardo Calixto Benítez, era profesor de karate. Antes de llegar a Huelva, hace aproximadamente seis años, había ejercido esta profesión en
Málaga.”. Leía en voz alta el periódico Luís, mientras se desplazaban a la zona de trabajo que según el parte de hoy, respondía a La Ribera. _”actualmente, según comentó en varias ocasiones Consuelo Fernández, una de las monjas que atiende el comedor de la Junta, en la avenida de
Italia…” _O sea, que el tío, era karateca vaya, por eso te llamó a tí tanto la atención, yá, yá. ¡Sigue, sigue!…Espetó Antonio Jesús con algo de mas
curiosidad. _”…y gran amiga suya. No podía ganarse la vida con este trabajo, por no tener legalizada su estancia en España. Por esta razón, uno de sus
objetivos principales era, conseguir la legalización española. Luís dobló el periódico y seguía leyendo sin demasiado esfuerzo a pesar de los traqueteos del
viejo automóvil. “-…ya llevaba años suficientes para que le dieran los papeles…” _claro por eso mendigaba según oí decir a esta gente. _ Si al parecer optó por mendigar en las barriadas de Huelva. Pero sigamos con la lectura como en los tiempos antiguos,¡ja, ja! uno leía (el que
sabía, claro) y los otros les oían. Luís quiso teatralizar el momento, pero sin intentar ofender la memória del argentino. _”…todos los días se traslada hasta una de ellas, para solicitar ayuda de sus vecinos. Con lo que conseguía se iba costeando la pensión. Consuelo
Fernández ha calificado a Abelardo Calixto, como una persona, profundamente religiósa, casi un místico…” _ ¡Joder! Cada hay personaje deambulando por esta vida, que ya… ya… Luís siguió leyendo la crónica del periódico.”… diariamente se postraba delante de la Virgen para rezar. Se consideraba un gran pecador a pesar
de ser una buena persona…” _Esto lo esta diciendo la monja ¿no? _Si, así es. Respondió. Luís. Durante un buen trozo, no leyó en voz alta, y esto hizo qué, Antonio Jesús le diera un manotazo en el muslo. _ ¡Quillo! que me has dejado a medias, ¿esto es el intermedio? sigue…Y Luis prosiguió “… En relación con su ceguera, que padecía en uno de sus ojos, era que estaba pagando sus pecados, y cuando Dios considerara, que había
concluido su penitencia, volvería a ver…” _ desde luego tiene todos los ingredientes, de un personaje raro de novela de Valle Inclán. Respondió Luís a su compañero que seguía conducido
y advirtiéndole con gestos, que ya estaban llegando al lugar. _ Espera ya término sólo me queda este trocito de aquí. Señaló Luis con el dedo índice derecho a una parte de la última columna. _”…acostumbraba a dar largos paseos nocturnos porque decía que en ellos, se encontraba con el Creador. En uno que le llevaba a San Juan del
Puerto halló la muerte, como su vida estuvo rodeada por el misterio, fue difícil; diez horas transcurrieron hasta que se fue de forma definitiva…”
Con la bolsa de deportes al hombro, Luis salió del coche, en silencio parsimonioso. Antonio Jesús Seguía a Luis .Que también permanecía sin
hablar, delante del Renault se paró y señaló un lugar de la vaguada, _Aquí, más o menos aquí, estaba el cuerpo de ese pobre, Luis miró alrededor y buscando algo, bajó la cuneta y empezó a recoger algunas flores, pero solo algunas, como seleccionándolas, de las que
encontraba al paso. Flores silvestres, bravías que parecían hoy más bellas que ayer, y sin embargo eran las mismas y vulgares de siempre. Hizo un ramillete
surtido de esas flores, regresando tranquilo al lugar y cuando llegó, donde sus compañeros hallaron al súbdito argentino se agachó sacando un cinturón
color negro de karate, lo depositó ceremoniosamente en el suelo y le coloco unas piedras encima, como intentando así, que perdurara mucho tiempo
guardado, y encíma ,las flores ,coloristas, simples, y honestas de las cunetas. Durante todo ese ceremonial, Antonio Jesús, no habló, solo observó, en siléncio regresaron al coche, reanudando la marcha en sentido inverso.
A la memoria de A. C. B. Súbdito argentino.