
Agapito Delbadajo era músico de orquesta, tocaba en una, que hacía bolos en las verbenas de las provincias ¡Delgado! era muy delgado él, como una sílfides, (que nadie sabemos que coño es eso, pero lo decimos) fíjate si era delgado, que debía pasar dos veces por el mismo sítio para hacer sombra. ¡Bueno! El caso es que en uno de esos lugares al que fue a tocar. Era a un pueblo de la sierra, ¡frio! mucho frío en ese pueblo ¿Por qué pondrán los pueblo tan lejos? Se preguntaba el músico, y sus compañeros, que llevaban todo el día, echándose el aliénto en las manos, para calentárselas.
Carajote de La Frontera, se llamaba el pueblo. En la plaza (las única) estaba el Ayuntamiento, el casino, la farmacia, y un señor en un banco, que no se que hacía allí, pero allí estaba. Entraron al casino y pidieron tres cafés con tostadas, eran cuatro, pero como uno no llevaba dinero, ¡que se joda! ¡ala! Haber salido desayunado de casa. En el casino había una rifa benéfica, Agapito compró una tira de diez números, nunca compraba loterías ni cupones, ni nada eso, pero mira... el frío de la sierra le reblandecía los sesos, ¡coño! Que compro una.
Prepararon los aparejos de la orquesta en el escenario, y probaron el sonido. _ ¡Uno, dos, uno dos Si! ¡Hey! Si, si, ¡Hey! Decía el que no tomó nada en el casíno, poniendo voz ventral, saliéndole del diafragma (esto lo he leído yo en un manual de canto)
Llegó la noche y después de elegir a la reina de las fiestas, que era hija de un concejal ¡que coincidencia! (el año pasado fue la del otro concejal del mismo partido) tocaron Paquito el chocolatero ¡seis veces! tocaron el tema, porque en ese pueblo solo sabían bailar “Paquito erchocolatero” como ellos decían allí.
Después, durante el descanso se hizo el sorteo de la rifa, y... ¿a quien le tocó el premio? ¡exacto! a Agapito. _ ¿Y el jamón? Preguntó el iluso. _ ¿Pero que jamón? Le respondió el que sacaba las bolillas de los números, de una talega. ¡La cabra!, Aquí sorteamos ¡la cabra to los años!
_¡ Haaa no! Pues entonces no quiero el premio, déme otra cosa. Respondió el escuálido Agapito. ¿A que te arreamos con el bastón? Amenazó uno que había nacido con boina puesta ya y todo. _¡Amos hombre, le vas tú hacer un feo al pueblo! Te arreo una que…! Seguía amenazando el mismo cateto, mientras era aguantado por otro del brazo, ahora había más gente alrededor, y una niña guarra metiéndose el dedo en la nariz decía,_¡Dale abuelo, arrearle! La Wolf Vagen blanca matricula de Almería salió a las seis de la mañana, con todos los chismes en la baca, y la cabra asomando la cabeza por una de las ventanas, comiéndose las hojas del ABC, que cogió del Casino San Isidro.
Agapito sufrió las iras de su mujer y de su hija, que ya estaba en edad de merecer, cuando vieron a la cabra y detrás de ella, a ese pobre hombre que no atinaba a darle explicaciones _Yo…es que… el pueblo... Balbuceaba con la cabra en brazos, más pálido todavía, ésta estaba comiéndose el hule de la mesa por una esquina. _¡Atontao que estás atontao! Le gritaba la mujer. _Pues yo con la cabra en casa, no me duermo mamá, Ajún! Decía la niña que daba asco de verla, de remilgada que era y con el pijama del Pato Lucas puesto aún, a pesar de ser las mas de las doce de la mañana.
Seis meses hacía que, la cabra llegó a la casa y las tetas le habían crecido como a las una mujer mayor ¡Que tetas Oiga! Daba leche para media calle, los vecinos se arremolinaban todas las mañanas en la puerta, para llevarse una poca ,pero la que vivía al lado del quiosco, ¡Esa! era la primera siempre, con la olla de aluminio grande, y dando codazos para que no se le colaran. _ ¡Siempre igual la tía esta! Decían para sus adentros las envidiosas vecinas que nunca llegaban antes que ella,la última de la cola solo podía pillar un vaso. _¡Pos esto no puede seguir así, esto sanseacabó! Le dijo, bueno mejor dicho le gritaba, su mujer muy seria ella, a Agapito Delbadajo que casi se confundía con el rayado del entapizado del butacón donde esaba sentado ¡enjuto, muy enjuto! (que quiere decir delgado) era muy esmirriado, como ya dije antes ¿o no se lo dije?.
Blandiendo la espumadera, que compró en los chinos, remangándose el yérsey de lana, verde limón le dió un ultimátum al pobre hombre. _Ho vendes la cabra o ¿A ver que va a pasar aquí? Por que así no,no podemos seguir ¡no! nanai de la china. No trabaja, se come todo lo que pilla, hasta los cuadernos de los niños y no suelta el mando del televisor. Decía Eulalia, porque así se llamaba ella por parte de madre, la bautizaron como su mamá, y como a su abuela, ya la bisabuela no se llamaba así, se llamaba Gertrudis, por que víno de un sitio Portugal y allí, se llaman Gertrudis todas las Gertrudis… ¡digo las mujeres!
La cabra en el salón que estaba viendo a Paco Lobatón, por la tele, con las empuñaduras de una bicicleta Orbea, puestas una en cada cuerno, por que se liaba a trompadas con todo quisquie, haciéndose la sueca, como la que no se enteraba, de lo que la mujer le decía al peléle.
La cabra encontró trabajo con unos gitanos de Rumania, como equilibrista de escalera callejera, tenía ella madera de artista sí, con un traje de faralaes tapándole sus vergüenzas, la cabra salía al centro del mogollón mientras uno de los gitanos ¡mas guapo... con unos ojazos! ¡Hay ladrón! tocaba la trompeta y a veces se ponía bizco del esfuerzo, otro tocaba el acordeón éste, era muy basto ¡Ho! Más que un cerón de esparto. Tres de las mujeres bailaban, mientras la abuela en una esquina, por si venían los municipales decir: ¡Agua! Al mismo tiempo que los niños robaban en las terrazas de los bares cercanos, los móviles de lo guiris (bueno y las gafas ,los bolsos, las carteras y … menos los libros, porque eso les daban urticarias)
Ganó dinero la cabra sí, mucho dinero, empezó en la calle, y de allí, a los teatros ya ves, y terminó con Sardá en la televisión, con un contrato que ya lo quisiera la Pantoja esa, ganó dinero, mucho dinero, pero no se gastaba nada, ni un céntimo, ni en comida, por que la tía se alimentaba de los guiones, de los suyos y de los demás que estuviera a su alcance, y se bebía el agua de los floreros para no tener que comprarla embotellada. Un día contó ella una anécdota en una entrevista. Resulta que Un conocido cantante (no quiso decir quién, ella sería cabra pero discreta) el conocido como decía, bebía ¡tela! pero en secreto, y para disimular su adicción, vertía la ginebra en los floreros del camerino ¡y claro! Un día ella se la bebió, pensando que era agua.Por eso aquella noche, pasó lo que pasó en el plató de Telecinco.El Sardá pensó en echrla del programa, pero fué tal la repercusíon al día siguiente, que desde ese día la emborrachaban un poquito. ¡eso si! previo pago de un plús.
Era toda una celebridad la cabra, no solo en su barrio sino en el país, el Interview le daba un pastón por salir en top less pero ella ¡que no! La cabrona, digo cabra, no daba un euro en casa, todo era para ahorrar, si, si, ahorrar, y la gente le decía _ ¿pero para que quieres tu los billetes? _ ¡eso! ¿Para que? decía un señor que no era ni del barrio ni nada, pero era muy chismoso ¡que chismoso eraaa! _Si tú no tienes dedo gordo para contar los ¡a ver! ¿Para que quieres el dinero desagradecida? Le dijo una vez la señora Gertrudis desde el balcón, con la vena del cuello hinchada del cabreo y de la impotencia, por que veía se le escapaba la fortuna. _¡con lo que te hemos querido, (¡que embusteraaaa!) asquerosa y así nos lo paga! Mientras ella se iba con dos maletas de piel y su bikini de rayas, como en la canción de Formula V. _ ¡Para hacerme una operación! Dijo ella. _ ¿Una operación de que? ¡Desgracia! Se oyó desde más atrás, que resultó ser la hija. _ ¡De sexo! Gritó la cabra muy solemne ella. Se hizo el silencio de pronto, igual que cuando alguien pregunta en una cola ¿Quién se ha peído? Los gorriones que volaban por allí cerca en ese momento, se cayeron redondo al suelo de la impresión.
Era una mañana radiante de luz los pajarillos no cantaban, no, ¡tocaban el violín! Ese día era una avanzadilla, un preludio, un prólogo de la primera. Ella, en su frente altiva sintió los tibios rayos del Sol mañanero en su cabeza, que mostraba un lucero blanco, esto la hacía mas coqueta a todavía.
Nada mas salir a la puerta de la clínica que sale todos los días anunciándose en televisión, aspiró el aire renovado de la mañana, hinchando las narices y alzando sus patas delanteras hacía arriba (las delanteras nada mas, las traseras no, por que sino menuda ostia se daría) alzó, como decía, las patas y exclamó con cara de esas que en cine se pretende sea una escena histórica (si, como la de Vivian Leith en "Lo que el viento se llevó", ya se que tú sabes mucho de cine) _ Que hermoso día para comenzar una nue… ¡Aashiiiss! !Aaaachiiisss!! y le entró un ataque de alergia primaveral que los mocos le salían como a los niños del parvulario, e incluso los cuernos se le estiraban del esfuerzo al estornudar, mas que cuernos parecían dos matasuegras de esas que te de dan en los cotillones _¡¡Aaachiiisss!! Cuerno tieso, cuerno, arrugado. La gente que pasaban por la acera decían; _ Que cosa mas curiosa ¿te has fijado en los cuernos de la cabra cuando estornuda? Y ella balbuceaba algo así como _aba no Abón oi abón. Con la voz nasal que ponía. La gente claro, no la entendía. Cambiaba de color su cara del rojo como la bombilla de un puticlub, pasaba al verde calabacín y de éste al lila berenjena. _¡Adentro! llevémosla adentro, que es de ahí, donde a salido la cabra y ella: _ ¡Abón oi abóooon! _¡La pobre!. Decían algunos que lo único hacia es estorbar en esa rebujiña, por que eran curiosos.
La cogieron entre un señor que repartía propaganda del Hipercor y el camarero del salón recreativo de una esquina (por que los salones recreativos, los de las maquinas tragaperras, son como los bancos siempre están en las esquinas)
_ ¡No! Aquí no entra, a la seguridasosiá. Decía impertérrime (que no se lo que significa, pero viste mucho) insistía el portero barrigón con camisa azul y con el botón del ombligo sin abrochar mostrando unos pelíllos bróncos. _¡He disho que a la segiridasociá, que aquí ¡No!
Y allí la llevaron a la cabra. Los celadores preguntaban al verla hinchada como un balón playero de la Nivea _¿Que le ha pasado a la cabra? Ella respondía histérica: _¡Abooón! Oi ¡Abooón onioo! _¿Ve usted? pues así por todo el camino._ Para mí, que es un ataque de alergia, con una complicación traumática de ascendencia intolerante a los ácaros, que le distorsiona la voz y le cambia la cara de colores. Dijo muy erudito el repartidor de propagandas, que se había leído los quince tomos del "EL medico en Casa" de Editorial Planeta. _Pues si, debe ser eso, sí, por que más que cabra parece un semáforo. Asintió el celador _ ¡Aboónnn e oi un aboooón! Mas histérica aún se removía la cabra en la camilla _ ¡Que te calles ya, coño! y para adentro. Le dijo el celador dándole un manotazo en la cornamenta.
Cuatro anti estamínicos le pusieron y un rollo industrial de papel higiénico, para los mocos, le dieron en Urgencias. Cuando ya se puso mejor, el médico le preguntaba _¿Por que esa perra con la palabra abón? Intrigado el médico la miraba esperando respuesta. _Por que ya no soy cabra, ¡soy cabrón! ¿O no se me ve? le aclaró con una voz ¡que no parecía ni misma oye!_Ha es verdad, ¡anda que tonto!, yo es que, como de eso no entiendo, pues…Se disculpaba el galeno.
Ya en casa la familia la recibieron, digo lo recibieron, muy bien. El vecindario comentaba eso de la cabra, que ahora es cabrón, era muy curioso y traía a muchos periodistas _ Macho Cabrío, señores y señoras. Saltó un señor con gafas de armazón de concha, parecía salido de un retrato en blanco y negro. _La palabra cabrón, señores míos, es peyorativa, un insulto que suele decirse a los hombres, cuyo significado, me reservo, por que hay niños delante. Dijo el hombre recién salido del retrato. _¡Coño! que bien habla el viejo este. Dijo un niño, que estaba allí comiéndose una palmera de chocolate, en vez de estar en el colegio.
Cuando en casa supieron que ya no tenía dinero el macho cabrío ¡uff la que se montó! La cogieron en volandas y la tiraron escaleras abajo _¡Ala! ¿A ver quien te aguanta los pedos que te tiras ¡so guarra! ¿ y quien te recoge ahora las cagarrutas? ¡Asquerosa! Pero ella, no se amedrentó y muy digna levantó la cabeza caminando avenida abajo, sin volver la vista atrás ¡joder que bonito me ha salido! pensando en sus cosas cruzó la carretera antes de llegar al semáforo. Un estruendoso ruido de frenos y un ¡Cataplaff! Seco se oyó, las gentes corrieron y vieron debajo de la camioneta de reparto de Panrrico, a la cabra, digo al cabrón o al macho cabrío, todo despanzurrado y que ya no era más que un cadáver de animal, el pobre o la pobre ¡o lo que fuese!, terminó en el crematorio municipal.
La gente del barrio al enterarse, pues la noticia corrió como la pólvora (¿Dónde habré yo oído esta frase?) fueron al bloque donde vivía Agapito, para darle el pésame ¿el pésame? ¡ja! Con el choteo que tenían en ese barrio, le cantaron de bajo del balcón:
La cabra, la cabra, la puta de la cabra.
¡La madre que la parió!
Yo tenia una cabra.
Y la muy cabrona se murió.
Un coro, que cada vez más se hacía mas grande, seguía cantando. Hasta que los municipales llegaron y los dispersó.¡Ea! se acabo el cuento de la cabra.
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